
El río Dulce en el curso que le lleva a formar el barranco que le da nombre, entre cárcabas y rapaces se topa con la majestuosa silueta del Castillo de Pelegrina. Quien sabe cuantas batallas libró y a cuantos nobles cobijó. Hoy mientras el visitante le contempla para inmortalizar tan bello paisaje no puede dejar de pensar en aquellos habitantes que en tiempos pasados dicha fortaleza protegía.
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